
La formación de los docentes en Japón y lo que México puede aprender
Alejandro Kasuga

Introducción
Cuando hablamos de educación, solemos centrar la mirada en los alumnos: en sus calificaciones, en los contenidos que aprenden o en los resultados de las pruebas nacionales e internacionales. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en quienes hacen posible ese proceso: los maestros. La calidad de un sistema educativo depende, en gran medida, de la calidad de sus docentes. Y esa calidad comienza desde la manera en que se forman.
En este sentido, comparar la formación de los maestros en Japón con la de México nos permite ver dos modelos distintos y reflexionar sobre lo que podríamos adoptar para mejorar nuestro propio sistema.
La formación docente en Japón: una visión integral
En Japón, ser maestro de educación básica es una de las profesiones más respetadas y exigentes. No basta con tener vocación: los aspirantes deben cursar una licenciatura universitaria en educación o en la disciplina que impartirán, complementada con cursos de pedagogía, psicología infantil y metodologías de enseñanza.
A diferencia de lo que ocurre en muchos países, el proceso no se limita a las materias académicas. La formación es integral y busca preparar al maestro como guía de vida, no solo como transmisor de conocimientos.
1. Música y artes
Una de las particularidades más llamativas es que los futuros maestros aprenden a tocar el piano o a dirigir coros. Esto no es un lujo, sino una herramienta pedagógica: en las escuelas japonesas la música forma parte del día a día, ya sea en actividades grupales, ceremonias escolares o en la formación del sentido estético.
También se les capacita en artes plásticas, caligrafía japonesa (shodō) y actividades culturales tradicionales, como el origami. Con ello, los maestros transmiten sensibilidad artística y respeto por la cultura propia.
2. Idiomas y apertura al mundo
El inglés es obligatorio en la formación, incluso para quienes enseñarán en primaria. Japón entiende que abrir la mente de los niños al mundo desde temprana edad es clave para el futuro. Así, los maestros cuentan con herramientas para introducir el idioma extranjero de manera lúdica y progresiva.
3. Educación física y salud
Los maestros también reciben formación en deportes, rutinas de ejercicio y primeros auxilios. En la escuela, ellos mismos dirigen actividades físicas y se encargan de inculcar hábitos de salud y cuidado corporal. Esto refleja la visión de que el maestro es responsable del desarrollo integral del niño.
4. Práctica supervisada y actualización constante
Antes de titularse, los futuros docentes realizan largas prácticas en escuelas bajo la guía de maestros experimentados. Pero la formación no termina ahí: durante toda su carrera profesional están obligados a capacitarse de manera continua en cursos organizados por el Ministerio de Educación o las prefecturas.
El papel del maestro en la formación del carácter
Más allá de lo académico, el maestro japonés es un formador de valores. Desde su preparación aprenden a enseñar a los niños a respetarse y resolver conflictos de manera pacífica.
– La escuela como comunidad: Los alumnos son responsables de tareas como limpiar el salón, servir la comida escolar o cuidar el material. El maestro coordina estas dinámicas para enseñar cooperación, respeto y responsabilidad compartida.
– Resolución de problemas: Cuando surge un conflicto, el docente promueve el diálogo. Escucha a ambas partes y guía a los niños para que sean ellos mismos quienes encuentren una solución. Se fomenta así la empatía y el autocontrol.
– Prevención del acoso escolar: Los maestros reciben herramientas para detectar y manejar casos de ijime (bullying). La clave está en fortalecer la pertenencia grupal y el apoyo mutuo, evitando que alguien quede excluido.
– Ejemplo moral: La sociedad japonesa espera que el docente sea un modelo de conducta. Su puntualidad, su lenguaje y su disciplina se convierten en lecciones vivas para los alumnos.
El caso de México: avances y retos
En México, la formación de los docentes ha estado históricamente ligada a las Escuelas Normales. Este modelo ha permitido abrir oportunidades a muchos jóvenes y ha generado grandes educadores. Sin embargo, enfrenta importantes desafíos.
– Los planes de estudio han tendido a concentrarse en la pedagogía y la didáctica, dejando menos espacio a áreas artísticas, culturales o de idiomas.
– La práctica profesional existe, pero no siempre con la misma supervisión y exigencia que en Japón.
– La capacitación continua no es obligatoria en todos los casos, sino más bien un requisito administrativo que no siempre se traduce en mejora real.
– Socialmente, el prestigio del maestro, aunque reconocido, no alcanza los niveles de respeto y exigencia que se le otorgan en Japón.
Lecciones que México podría adoptar
La comparación no busca señalar deficiencias, sino abrir la puerta a mejoras. México puede inspirarse en varios elementos del modelo japonés:
1. Formación integral: Incluir en los planes de estudio música, arte, deporte y valores, no solo pedagogía.
2. Capacitación en convivencia: Preparar a los docentes para mediar conflictos y enseñar respeto y empatía desde el aula.
3. Exigencia y prestigio: Hacer del ingreso y la permanencia en la docencia un proceso competitivo que eleve el reconocimiento social de la profesión.
4. Capacitación continua obligatoria: Que los maestros estén siempre actualizados, como parte natural de su labor.
5. El docente como ejemplo: Recordar que los alumnos no aprenden solo de lo que el maestro dice, sino de lo que hace.
Conclusión
Japón nos muestra que educar no es únicamente instruir, sino formar ciudadanos. Por eso, sus maestros aprenden a tocar el piano, a dirigir deportes, a guiar en la resolución de problemas y a transmitir respeto por la cultura y por los demás.
México tiene un enorme potencial para fortalecer su sistema educativo si apuesta por elevar la formación docente a un nivel integral y exigente. Al final, como dicen en Japón, la calidad de un país nunca será más alta que la calidad de sus maestros.