Opinión

Ágora de la cultura

1 septiembre, 2023 8:00 pm
Eduardo Pineda

En la Grecia antigua, el ágora era un lugar donde se reunían los más respetables hombres a discutir sobre política, arte, construcciones, economía y sociedad. Era algo así como un epicentro de la vida pública de Grecia, todo lo que pasaba en la ciudad se reflejaba y conversaba en el ágora.

Conforme el tiempo transcurrió, el concepto de ágora se extendió hacia la cultura y las artes, en Grecia, Roma y las vastas ciudades bajo sus dominios, el ágora se entendía como el sitio principal para el desarrollo de todo aquello que fuera humano.

Poco a poco se incorporó el teatro y otras artes escénicas a las ágoras. Se dividió el comercio a las plazas públicas, la política a los recintos como el senado, la educación en los liceos, y el arte y la cultura, así como los debates de la protociencia en las ágoras.

Seguramente el término nos resulta familiar porque no hace mucho se estrenó la película “Ágora”, en la que se narra la vida de la matemática Hipatia quien discursaba sobre sus hallazgos en astronomía precisamente en un espacio así. Mostrando estos locus como verdaderas catedrales para la promoción de los saberes y la conversación.

El desarrollo de las ciudades y la especialización de las ciencias y técnicas nos condujo a un sisma que devino en la desaparición de las plazas publicas como centros de aprendizaje y expresión cultural. El uso de las plazas quedó reducido solo al comercio mercante y las asambleas políticas.

Pero todo grupo humano requiere un espacio para expresar lo que en la vida cotidiana cada vez cuesta más trabajo. Vivimos sumidos en un sistema que ha relegado la sensibilidad y ha apostado por una vida emocionalmente vacía donde solo importa el consumo y estatus social económico. Las artes y las emociones que las acompañan se han encajonado en el gabinete del mero entretenimiento olvidando que es incluso un derecho humano y un factor primordial en el desarrollo de todo individuo.

Sin embargo, aún quedan personas rebeldes que se resisten a perder la definición ontológica del humano como un ser trascendental; que aún creen que la cultura es la piedra angular de la vida y que las personas no podemos habitar un mundo desprovisto de sensaciones y emociones.

Carlos Orduña, director del “Breve espacio” sabe que ofrecer a la sociedad un ágora para que en ella habiten las emociones es imperativo y gratificante. Por eso nos ofrece un puente entre los realizadores y el público en un espacio propicio para el disfrute del espíritu: Teatro, música, libros, conversación, reflexión e imaginación anclada a la realidad, pero en constante expansión.

En este café bien conversado, Carlitos y yo nos jactamos de proponer a los bastiones de hombres y mujeres que se entienden como seres pensantes y sintientes un ágora para que el arte y la cultura resistan el paso del tiempo y nos nutran con sus ensoñaciones y cocciones a fuego lento como un acto revolucionario en medio de la vida de la comida rápida.

¡Bienvenidos al Breve!





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