Opinión

Capacitar no es solo explicar: el método que evita errores, retrabajos y excusas

23 julio, 2025 7:00 am
Alejandro Kasuga


Uno de los grandes males silenciosos en las empresas es éste: creemos que capacitamos bien, pero no es cierto. A todos nos ha pasado. Se reúne al equipo, se da una explicación “completa”, se proyecta una presentación, se entrega un manual, y al final alguien —casi siempre el jefe o el capacitador— pregunta:

“¿Todos entendieron?”

Y claro, la respuesta es sí. Nadie quiere parecer torpe. Nadie quiere quedar mal delante de sus compañeros. Pero lo que realmente están diciendo es: “Creo que entendí, pero no estoy seguro”, o peor aún, “No entendí, pero me da pena decirlo”.

El resultado es evidente: retrabajos, errores, pretextos, tiempos muertos, cuellos de botella y una frustración generalizada que va minando la confianza y la productividad del equipo.

El problema no es la mala intención, es el mal método

En muchas organizaciones damos por hecho que “explicar” es igual a “enseñar” y que “escuchar” es igual a “aprender”. Pero no es así. Aprender implica comprender, retener y poder ejecutar con precisión lo que se nos ha enseñado. Por eso es necesario repensar la forma en que capacitamos en las empresas.

El método de las cuatro etapas: asegurar la comprensión real

La propuesta que recomiendo —y que aplico en mis consultorías— es un método sencillo pero poderoso de cuatro etapas, centrado en la experiencia práctica y la verificación real del entendimiento. Este proceso no solo evita que el empleado diga “sí” por pena, sino que garantiza que de verdad haya aprendido.

  1. Primero lo hago yo, tú solo observas

El primer paso es mostrar. Tú no haces nada, solo observas con atención. Yo realizo el procedimiento, tarea o actividad tal como debe hacerse. Es importante que el ejemplo sea claro, sin errores, con pausas y fluidez. Aquí se despierta la primera conciencia: “así se hace correctamente”.

2. Lo hago otra vez, pero ahora explicando paso a paso

Ahora repito el proceso, pero voy desglosando cada paso, aclarando dudas, verbalizando lo que hago y por qué lo hago así. Aquí es donde el colaborador puede preguntar todo aquello que no entendió al observar la primera vez. La clave de esta etapa es permitir el cuestionamiento, no juzgarlo. No hay preguntas tontas; hay capacitadores arrogantes.

3. Lo hacemos juntos

Ya con una idea clara, lo hacemos los dos al mismo tiempo o bien tú ejecutas y yo superviso, corrigiendo en tiempo real. Aquí se afina la coordinación, se detectan puntos débiles, y se gana seguridad en la ejecución. Este es el puente entre saber y saber hacer.

4. Tú lo haces solo, y yo te pregunto como si no supiera

Finalmente, el colaborador hace el proceso de inicio a fin sin ayuda, pero con una diferencia: yo le hago preguntas como si fuera nuevo en el tema, para ver si realmente domina el procedimiento y puede explicar lo que hace y por qué. Esta etapa fortalece la seguridad, consolida el conocimiento y revela si el aprendizaje fue real o solo aparente.

Resultados visibles

Este método no solo evita errores y malentendidos, también desarrolla confianza, responsabilidad y cultura de mejora continua. El colaborador no repite como loro lo que vio en un manual, sino que interioriza, practica, aplica y justifica sus acciones.

Y lo más importante: te ahorra tiempo, dinero y frustraciones. Un empleado que de verdad entiende lo que hace no necesita correcciones constantes ni genera reprocesos. La capacitación así entendida no es un costo: es una inversión que se paga sola.





Relacionados

Le podría interesar
Close
Back to top button