Opinión

Heroica Puebla de Minerva

29 marzo, 2024 8:00 pm
Eduardo Pineda

En biología, rastrear la historia de una especie, población o comunidad significa buscar sus vestigios, sus huellas, improntas y evidencias de que estuvieron, ellos o sus ancestros, por aquí. En el estudio y la reflexión de las sociedades humanas, tal vez los vestigios más importantes que buscamos son los inmuebles que en el pasado construimos para vivir, estudiar, reunirnos y orar. Construcciones que atestiguan los usos y costumbres de las familias que nos antecedieron, la fundación de una ciudad, los conflictos bélicos, las reconstrucciones, los movimientos sociales, el comercio, la llegada y la partida de personas y de tradiciones, así como un muy largo etcétera.

En la mayoría de los casos, estas edificaciones se van borrando de la memoria colectiva por descuido, desuso, desaparición y trasformación radical de su fisonomía arquitectónica. Es menester que las instituciones gubernamentales y educativas tomen un papel protagónico en la conservación y restauración de la memoria edificada de las ciudades que cuentan con siglos de existencia y con una vasta colección de ejemplares que siguen en pie gracias y a pesar de los siglos.

Puebla es una de estas ciudades que no gratuitamente ganó el reconocimiento de la UNESCO como ciudad patrimonio de la humanidad. Es una ciudad que crece hacia su periferia sin dejar de hacer latir el corazón que lleva en el centro, desde donde mana la vida de una metrópoli cuya diástole eclosiona en su imponente zócalo y catedral y cuya sístole vira en sus ríos que a pesar de todo continúan haciendo viajar el agua por sus cauces como venas urgidas por limpiar la sangre; y de sus montes que dibujan cinturas amarillentas y pálidas en mágico relieve que nos recuerda que somos un valle flanqueado por gigantes que de vez en vez arrojan su vaho hacia el cielo para teñir de gris las calles de la Puebla que no ha terminado de decidir si es de Zaragoza o de los Ángeles.

Yo digo que es de Minerva, la Heroica Puebla de Minerva. Porque la diosa griega de la sabiduría, posada sobre el escudo que enmarca al ave fénix en el emblema de nuestra máxima casa de estudios, nos recuerda que es, precisamente la BUAP, la institución que ha rescatado de la picota del olvido y del patíbulo de la indiferencia a cuarenta y seis edificios del centro de la ciudad, convirtiéndolos en espacios destinados a la educación, el resguardo de arte, bibliografía y erudición. La Casa Amarilla, la Casa de las Bóvedas, la Casa de la Palma, la Casa del Arco, el Edificio Carolino, Espacio Catorce y un cada vez más extenso etcétera, conforman el repertorio arquitectónico que la universidad pública ha decidido proteger para heredarlo a la posteridad de la cuidad que fundó Motolinía y Hernando de Helgueta y cuya historia seguimos escribiendo cada día.

La BUAP, a lo largo de su historia como institución educativa ha adquirido, bajo diversas modalidades y por distintos medios, varias de las edificaciones más representativas del centro histórico, considerándose en la actualidad como un “Barrio Histórico Universitario”.

Rosalva Loreto es historiadora, ha dedicado su vida al estudio de las sociedades que habitaron estas tierras en el pasado y ha encontrado en su andar los predios en los que se atesora la gloria universitaria, Rosalva es la estudiosa del pasado que nos trae al presente dos grandes volúmenes acerca del “Paisaje del Barrio Histórico Universitario”, mostrando un estudio profundo de cada una de las edificaciones que hoy forman parte del patrimonio de la BUAP, es decir, del patrimonio de la Puebla de Minerva bajo la sentencia de pensar bien para vivir mejor.

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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