DATOS HISTÓRICOS PARA NO OLVIDAR ALEJANDRO DUMAS
Seguramente la mayoría de nosotros hemos leído o visto las diversas adaptaciones cinematográficas de Los tres mosqueteros, novela escrita por Alejandro Dumas que narra las aventuras de un joven gascón de 18 años, perteneciente a una familia noble venida a menos, conocido como d’Artagnan, que se va a París para hacerse mosquetero. Ahí entabla una fuerte amistad con tres de ellos: Athos, Porthos y Aramis, amigos inseparables que viven bajo el lema “todos para uno, uno para todos”.
Alejandro Dumas fue un escritor de novelas, folletines y obras de teatro, y uno de los autores más famosos de la Francia del siglo XIX, convirtiéndose en un clásico de la literatura gracias a obras como Los tres mosqueteros (1844), o El conde de Montecristo (1845).
Alexandre Dumas Davy de la Pailleterie, más conocido como Alejandro Dumas, nació en Villers-Cotterets el 24 de julio de 1802, hijo de padre militar –que murió poco después del nacimiento de Alejandro- y de madre esclava. Su infancia estuvo marcada por una escasa educación escolar. Debido a la falta de recursos económicos, trabajó de vendedor de tabaco, mensajero y de pasante de un notario. A pesar de estos inicios, su carácter y su personalidad no se vieron afectados, sino más bien lo contrario. Dumas era soñador y luchador.
En 1822 realizó su primer viaje a París. Gracias a algunas cartas de recomendación para los antiguos compañeros de su padre y a su perfecta caligrafía consiguió una plaza de escribiente en la secretaría del Duque d’Orléans. Mientras tanto, continuaba escribiendo y completando su formación de manera autodidacta. Leía con voracidad y al ver por vez primera en el teatro la representación de Hamlet de Shakespeare, quedó resuelta su vocación artístico-literaria.
En 1829 fue estrenada su obra “Enrique III y su corte”, misma que consiguió el suficiente éxito como para dedicarse a la escritura. Fue con sus novelas y folletines, aunque siguió escribiendo y produciendo teatro, con lo que consiguió convertirse en un auténtico fenómeno literario. Autor prolífico, se le atribuyen más de 1,200 obras, aunque muchas de ellas, al parecer, fueron escritas con supuestos colaboradores.
En 1846 Dumas se encontraba en la cumbre de su carrera, y su fama se propagó más allá de las fronteras de su país natal. Esto le permitió atesorar una considerable fortuna que dilapidó con generosidad en fiestas y cenas. Llegó a construirse un castillo en las afueras de París. Mantenía a sus hijos, a las madres de ellos y a varias amantes, muchas de ellas actrices.
Por desgracia, su carácter hedonista le llevó a despilfarrar todo su dinero hasta verse obligado a huir de París para escapar de sus acreedores, específicamente se marchó a Bélgica donde vivió varios años. Viajó a Rusia, donde residió años antes de trasladarse a Italia. En 1861 fundó y publicó el periódico L’Independente, que apoyaba el esfuerzo de la unificación de Italia. En 1864 regresó a París.
Ya en su vejez y a pesar de estar enfermo, los relatos de Dumas continuaban llenando los diarios de París. Por lo tanto, hasta sus últimos días sus seguidores pudieron disfrutar de “El caballero Hector de Sainte-Hermine”, su última novela publicada.
Desde 1869 trabajó en la recopilación de recetas de cocina de varios países que había visitado. Este libro se terminó póstumamente (1873), bajo el título de “Gran diccionario de cocina”.
Murió debido a un ataque al corazón el 5 de diciembre de 1870 en Puys, cerca de Dieppe, en casa de su hijo Alejandro, mismo que también llegó a ser un escritor de gran renombre.
Sus obras han sido traducidas a casi cien idiomas. Asimismo, varias de sus novelas históricas de aventuras se publicaron en formato de series, tal es el caso de El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros; Veinte años después, El vizconde de Bragelonne, El tulipán negro, La Reina Margarita y El Caballero de la Casa Roja. Sus novelas han sido adaptadas desde principios del siglo XX en casi doscientas películas.
El dramaturgo inglés Watts Phillips, que conoció a Dumas al final de su vida, describió al autor francés como “el ser humano más generoso y con el corazón más grande del mundo. Era la criatura más deliciosa y egoísta sobre la faz de la Tierra: su lengua era como un molino de viento, una vez que se ponía en marcha, nunca sabías cuando iba a parar, especialmente si el tema era el mismo”.