Opinión

La literatura a escena

26 mayo, 2023 8:00 pm
Eduardo Pineda

Una vida no basta para recorrer todos los caminos, para vivir otras vidas, para habitar otros mundos, para soñar todos los sueños, para interpretar todos los roles, para llorar o reír por todos los motivos por los que se puede llorar o reír.

Charles Chaplin decía: “En ocasiones me canso de ser yo mismo, me aburro de mi personaje y prefiero interpretar otros”. El actor es quizá el único que puede vivir muchas vidas en una sola, el único que puede aburrirse de su piel y mudarla, de su voz y doblarla, de su vida y cambiarla; al menos sobre el escenario.

¿Y el espectador? ¿Qué tiene el teatro preparado para él?

─Una abducción, una pausa en su apresurada vida, un paréntesis dentro de la realidad, una frase entre guiones largos. Porque cuando acudes al teatro el mundo se detiene, el entorno se alenta, se para, se queda congelado para dar paso ante tus sentidos a otra realidad que se alumbra por la tramoya y se personifica a través del maquillaje y la voz, las ropas y la escenografía. La tercera llamada es la voz creadora de un universo en menos de siete días, otra vida ─ajena a la que se continúa irremediable allá afuera─ está por mostrarse: prístina, inmaculada, recién hecha para tu disfrute.

Puede ser comedia o tragedia o ambas en una mezcla de emociones y matices, en escala de grises y no en blanco y negro. Puede ser muy cercana a la verosimilitud o tan lejana que hasta la ficción le queda corta. ¿Un clásico de Shakespeare? ¿Una de Moliere? ¿Un musical de Broadway? ¿Una mímica de carpa? ¿Teatro escolar? ¿Un monólogo? ¿Guiñol?

─No importa, es una realidad off road dispuesta a formar parte de la imaginación colectiva, porque, hay que decirlo, el teatro es de las expresiones más acabadas del disfrute de la comuna, es propiedad pública, el teatro se disfruta en comunidad.

La compañía teatral Pipuppets reclama el derecho humano a hacer y presenciar teatro, echa mano de la voz, el cuerpo, la dramaturgia y la imaginación para transmitir al público aquello que ya pensaba pero que no sabía ni como explicarse para sí mismo. Por eso el público de los Pipuppets ríe en lugar de llorar ante una realidad cruel y caricaturizada.

Un ejemplo de lo anterior es su más reciente puesta en escena: “Sánchez, el agente gente”, en la que ante la desaparición de los signos ortográficos, la maestra Inocencia acude al agente secreto Sánchez para esclarecer el caso y en su devenir por las indagatorias y pesquisas una carretada de buen humor nos ilustra sobre la importancia del adecuado manejo del idioma, nos regala un recorrido por la literatura universal y nos adentra en la trágica política educativa del país.

El trabajo y la resistencia por más de 15 años tras los telones de la compañía Pipuppets deja cuenta de que en efecto el teatro no va a morir, pues como afirmaba Arthur Miller: “El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”

En definitiva, el arte histriónico es una de las formas más acabadas de la estética de la imaginación, no se equivocó Federico García Lorca cuando afirmó que: “El teatro es la poesía que sale del libro para hacerse humana”.

Y sin más preámbulo, su atención por favor, esta es tercera llamada, tercera.

¡Comenzamos!

*Fotografía cortesía de la compañía teatral Pipuppets

Eduardo Pineda

ep293868@gmail.com





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