Las infancias: entre el “gua gua” y el perro
Eduardo Pineda
Las educadoras del jardín de niños tienen una tarea titánica: formar seres humanos en su más temprana edad. ¿Logran hacerlo?
Los padres de niños pequeños, por su parte, también: convivir en el día a día, resolver las preguntas de los niños, enseñar los nombres de las cosas, los verbos de las acciones, enseñar a denominar las emociones, a expresar ideas, etc. No siempre es fácil.
Nadie nos ha instruido para comunicarnos adecuadamente con los niños.
Son chiquitos -pensamos-.
No van a entender -aseguramos-.
Ni le expliques, no sabe de lo que hablas -sentenciamos-.
Pero, ¿en verdad los niños no nos entienden? ¿en realidad no saben de lo que hablamos? o ¿será más bien que los subestimamos?
Cuando le decimos a un niño que un perro se denomina “gua gua”, un gato “miau” o un automóvil “run run”, estamos mutilando el vocabulario del pequeño, el perro se denomina perro y punto, si al niño le cuesta trabajo pronunciar la rr tendrá que esforzarse para lograrlo, pero si le decimos que es un “gua gua” no sabrá el denominativo de ese sustantivo hasta una edad tardía y abonaremos a su analfabetismo que, en palabras de Paulo Freire, es una las peores formas de violencia.
Lo mismo ocurre cuando los niños nos preguntan por qué el cielo es azul o el pasto es verde, o por qué la luna parece que nos sigue en el coche al avanzar. Solemos darles respuestas “acordes a su edad” que lo único que generan es confusión y desconocimiento derivado de explicaciones pobres, falsas o nulas. Decimos cosas como: “porque así lo hizo Dios”, “porque un unicornio lo pintó”, “porque así es y no preguntes” y un muy largo etcétera.
Filósofos de la pedagogía como Jean Piaget o Bandura, aseguran que debemos responder a los niños con certeza y verdad, con información verificable y confiable. María Montessori aconseja: “Siembra en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan; los años se encargarán de descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón”.
Hemos revisado brevemente hasta aquí el proceder de maestras y papás, pero, qué hay de los medios de entretenimiento.
Analicemos el contenido de programas y series de televisión, de películas realizadas para el público infantil; en realidad parecen diseñadas para un público con cierto retraso mental, a los niños debemos tratarlos como niños: seres curiosos, con hambre de saber y conocer más y más, con ansias de moverse, de saltar, tocar, manipular, probar, experimentar. No con un lenguaje mutilado o pasando 30 minutos frente al televisor para aprender la letra “A”.
Es digno de observar y festejar que en la ciudad de Puebla se gestó hace ya varias décadas el colectivo Juglaria, quienes han apostado por las puestas en escena, la lectura histriónica de cuentos, el juego, el clown y la música como instrumentos para aportar a la educación de las infancias de nuestro país e incluso de naciones sudamericanas. Martín Corona y Alethia Valdés se resisten al alud consumista de la inmediatez que ahoga a los niños en el mar de la bobería y el contenido sin sentido. Autores de obras literarias para el público infantil y realizadores inéditos de su arte escénico, ellos han sido vistos, leídos y escuchados por miles de niños que después de participar en sus realizaciones conocen un mundo nuevo que verdaderamente es para niños.
Después de tantos años de hacer espectáculos infantiles, ningún medio de comunicación masiva nos ha buscado para trabajar con ellos, eso, es una muestra de que estamos haciendo las cosas bien” -dijo Alethia durante la conversación.
El respeto a la inteligencia y criterio de las infancias será pues el único camino para resarcir la educación de nuestros pueblos que ha sido herramienta de control y sumisión por siglos. ¡Enhorabuena! ¡Qué siga cantando el juglar!
(Fotografías: https://www.facebook.com/JuglariaCuentos)
Eduardo Pineda
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