Opinión

Vox populi

23 febrero, 2024 8:01 pm
Eduardo Pineda

“Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, que cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor, pero, lo que se pierde de gloria se gana de eternidad”- decía Facundo Cabral al referirse a aquellas canciones que se vuelven parte de la cultura de los pueblos. Y es que las canciones representan una de las partes más importantes en la conformación de las sociedades humanas, les da identidad, sentido e historia.

Es muy difícil entender un barrio, por ejemplo, La Merced, Tepito o la Lagunilla en la CDMX; El Alto, La Luz o Xanenetla aquí en la Ciudad de Puebla sin su música; pero no sólo la que se escucha, sino la que brota de sus entrañas, de la imaginación y de la realidad de sus habitantes. Cada “rola” es una radiografía de los aconteceres cotidianos, de lo que a la gente de a pie le ocurre o lo que sueña que le ocurra. En la letra de sus cantos observamos sus miedos, sus anhelos, sus reclamos y su jocosidad nunca desprovista del ingenio que caracteriza al mexicano.

Octavio Paz, el gran literato del siglo XX que caminó por Mixcoac y desentrañó la realidad más cruda de nuestra identidad casi inidentitaria, nos revela con claridad: “La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria, nos conmueve la entereza ante la adversidad”. Él, entendió que encontramos gloria en la resignación, que hemos aceptado la crueldad de nuestra historia y la desazón con la que nos hemos ido construyendo. Nos “aguantamos” sin “rajarnos”, sin permitir que nada nos penetre la intimidad de la conciencia y buscamos el desahogo en la risa, la burla y la indiferencia, nos reímos de la muerte, “nos la guardamos” cuando nos atropella el “gandalla” y “agandallamos” a la primera oportunidad. Pero también, muchas veces ese aguante se desborda en creatividad: caricaturizamos al político corrupto, le cantamos al albur y protestamos lo que nos fastidia a manera de rima y diversión.

Tal vez la expresión más acabada de esta tropelía que se canaliza en las cuerdas de una guitarra y las vibraciones de la garganta, la encontramos en Chava Flores. Para ejemplificar podemos recordar unas líneas de “La Bartola”:

Oye Bartola, ahí te dejo estos dos pesos,
pagas la renta, el teléfono y la luz…
De lo que sobre…

La carencia es una de las formas más constantes y lastimosas de sufrimiento, y en México es extremadamente constante. ¿Qué hace Chava Flores ante el fenómeno de la carencia?
– Canta y nos hace reír con la desgracia de ese matrimonio de Bartola y su anónimo esposo que subsisten con apenas dos pesos.

Este brevísimo extracto de la letra de “La Bartola” describe entre líneas otro aspecto que Flores retrata con magistral sutileza: la mujer “luchona”, porque es Bartola la que debe “estirar el dinero” el esposo sólo le da lo que “pudo conseguir” y “ahí ella que vea cómo le hace”. El machismo que diagnostica con precisión a una sociedad enferma de ignorancia es otro de los golpes a los que pueblos como el nuestro se enfrenta todo el tiempo. Y también es otro rasgo de la cultura mexicana al que le cantamos.

Me parece que cantarles a las desgracias es la única forma que encontramos de expiarlas.

El canto popular deviene casi siempre en uno de tres renglones: la sátira de la desgracia, la protesta y el amor. Se requiere mostrar la realidad tal cual es, con la risa pensada, el humor negro y amargo como café bien cargado, para despertar la conciencia y luchar por lograr que tal vez un día ese México oprimido sea un recuerdo de lo que lo debe volver a ser.

Volviendo a Octavio Paz, traigo a la memoria de estos párrafos su pensamiento: “Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía”. Y encuentro urgente la existencia de compositores dispuestos a seguir protestando desde la voz cantada, a seguir mostrando la realidad envuelta en el humor típico de la inteligencia humana, a denunciar entre líneas, como alguna vez Chava Flores denunció la carencia y el machismo tan solo en unas líneas que hoy tienen eco en la vox populi, en la voz del pueblo que casi siempre es la vox dei, la voz de Dios (Thomas Thynne).

Miguel Méndez, mejor conocido en el alto mundo de la trova poblana como “El Méndez” es un rebelde que no se conforma y sigue protestando desde el humor que nos invita a reflexionar. Es un guerrillero hastiado del sistema que nos mantiene con la rodilla al suelo, pero su lucha es desde la trinchera que la voz le procura y sus armas, las palabras de protesta que nos hacen reír mientras apretamos los puños debajo de la mesa como queriendo pulverizar las desgracias de nuestros pueblos.

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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