Del latín educare: nutrir, criar
Eduardo Pineda
El pedagogo brasileño Paulo Freire trasciende la definición etimológica del verbo “educar”, dice que va más allá de “nutrir”, que educar es transmitir la cultura de la sociedad a la que pertenece el educando. Por ejemplo, si un estudiante pertenece a una sociedad que valora las tradiciones, los conocimientos ancestrales y los consejos de los mayores, al educarse en esa sociedad valorará las tradiciones, los conocimientos ancestrales y las palabras de los mayores.
Pero, ¿qué ocurre en sociedades basadas en la competencia antes de la cooperación, en la corrupción, en el envilecimiento del amor y la ausencia de la compasión?
Los estudiantes, principalmente niños y jóvenes, se educarán para ser viles, corruptos y competitivos a toda costa, perdiendo la empatía y la hermandad.
Luchamos porque nuestros hijos asistan a la escuela, decimos:
“Que se instruyan”
“Que no crezcan sin educación”
¿Nos damos cuenta de que este deseo en realidad fomenta la materialización de los antivalores en un país como el nuestro?
¿Somos consientes que transmitir nuestra cultura de vanagloria, indiferencia y consumismo en realidad no logra otra cosa sino conducirnos a una decadencia social?
Al respeto Paulo Freire, quien filosofó y analizó la educación en Brasil -país que se parece tanto como sociedad al nuestro-, afirmó en cada una de sus conferencias y obras textuales que debemos “deseducar” a los niños y jóvenes, replantear los valores y prácticas que tenemos como sociedad y posteriormente “reeducar” a la sociedad; de lo contrario estaremos eternamente en un círculo vicioso de aquello que definió como “educación bancaria” en la que los estudiantes solo reciben información a raudales, desprovista de reflexión y observan a profesores y papás conducirse por la vida de forma inapropiada. Son sometidos a los contenidos de los medios de comunicación sin la capacidad de reflexionar acerca de lo que escuchan y observan. En pocas palabras, son colocados en las filas de la decadencia que hemos descrito brevemente.
Otro filósofo de la educación, éste de origen argelino-francés, Jaques Derridá, elaboró un sistema pedagógico de deconstrucción en la educación, algo así como una “reversa” que parte de someter a la duda y la crítica aquello que hemos aprendido para plantear de una forma distinta la realidad que podría ser a partir de la realidad que es.
No es una tarea fácil cualquiera de las que hemos propuesto en estas líneas, “deseducar” y “deconstruir” ambas exigen un gran compromiso por parte del docente, una profunda aceptación de los errores que hemos cometido como pueblo y una serie de políticas educativas que pocos gobiernos están dispuestos a implementar.
Al parecer, al sistema de poderes fácticos que gobiernan a los países del tercer mundo les conviene nutrir de información sin contenido y de antivalores a los pueblos, generando sociedades de consumo y obediencia, un gran mercado para las diversas formas de religión, de entretenimiento y de consumo.
Urgen especialistas doctos en pedagogía que nos muestren un camino diferente, donde no tengamos que esperar políticas en materia de educación o movimientos sociales que presionen al poder para corregir el rumbo. Urge que padres y profesores leamos otros contenidos, nos informemos y comencemos a trabajar por una verdadera educación que parta de la de la “reversa” que propone Jaques Derridá o el replanteamiento de todo el aparto educativo que sentencia como urgente Paulo Freire.
En esta charla, Lisbelle Magaña, doctora en educación y quien dirige los destinos del Centro de Capacitación Angelópolis, nos comparte sus puntos de vista acerca de los problemas y soluciones que orbitan la educación en nuestro país. Es menester escuchar todas las reflexiones posibles al respecto, pues finalmente como el mismo Freire asegura: “educar es un acto de amor” y a quienes estamos educando son nuestros hijos.
Eduardo Pineda
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