Opinión

No leas poesía

23 mayo, 2025 8:01 pm
Eduardo Pineda

De entre todos los géneros literarios, la poesía es quizá el más complejo, sutil y extraordinario; porque la métrica, la rima, la estructura (ya sea soneto, endecasílabo, décima, etc.) y hasta el verso libre, exigen la expresión de un sentimiento de forma exquisita y académica. Eso, precisamente, el rigor literario de la poesía, es lo que la convierte en un género sin paralelo.

La palabra poesía puede emplearse tanto para designar una composición en verso, es decir, un poema, como para referirse al arte u oficio de la composición de obras poéticas. Proviene del latín poēsis, que a su vez procede del griego ποίησις (poíesis), que significa “hacer”, “materializar”.

¿Qué es aquello que se materializa en la poesía como género literario?

Veamos:

Escribir poesía es un acto de fe. Nunca sabremos con certeza si lo que se ha escrito tiene un valor permanente. Pudimos haber desperdiciado el tiempo, tal vez, o modificado la vida para nada. ¿Cómo saberlo? No hay forma. Quizá lo importante es haberlo intentado. Escribir es algo misterioso; se da en el silencio de la voz y el escándalo de la mente, en la quietud del cuerpo y la impasividad de la conciencia; como las sibilas en la oscuridad de la cueva para poder recitar el oráculo.

La poesía tiene mucho de alquimia. Borges decía que tal vez la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido; no podemos definirla sin diluirla. Lo que hace un poeta es una especie de persistencia con la naturaleza emocional, disponibilidad de una forma peculiar de control y necesidad indefinible e imperiosa de expresar situaciones, reflexiones, sueños y sentimientos que piden ser escritos, pronunciados.

No pensamos por qué escribimos ni para quién a la hora de hacerlo, pero desde el momento en que aceptamos que un poema tiene vida propia, también, simultáneamente, debemos aceptar que su destino es imprevisible; que nuestros análisis, juicios e interpretaciones pueden resultar muy interesantes, aunque peligrosos, aun si proceden del mismo poeta.

De igual forma, antes de escribir acerca de una obra poética, el crítico honesto debe siempre mantener un acuerdo silencioso con el lector honesto: sus escritos son sólo intentos de aproximación y de ninguna manera un sustituto del poema, y deben olvidarse con rapidez para que podamos regresar al poema. Yorgos Seferis escribió en su diario que los cuerpos vivos amedrentan porque son extraños e impredecibles. Pero la vida es así, extraña e impredecible, y si no podemos ver esto en la poesía es mejor no optar por ella, ni para escribirla ni para comentarla.

Por eso, no conforme con escribir poesía, Abel Pérez, quien sí le atribuye los tales adjetivos al acto mismo de poetizar la realidad, dedica gran parte de su tiempo y energía a compilar los textos de poetas que andan por ahí deambulando a lo largo y ancho del continente, del “sos vos” de la Argentina al “chinga” del México desnudo ante su realidad, los poetas que escriben las antologías que Abel recupera y difunde, nos dan la esperanza de seguir recomendando “no leas poesía” siéntela, vívela, declámala y escríbela.

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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