Habrá una tercera ola de contagios: mantengamos la guardia en alto
A principios de abril señalé que era muy probable que en México enfrentáramos una tercera ola de contagios. El incremento en movilidad de las personas con motivo de las vacaciones de semana santa y el bajo ritmo de vacunación auguraban un comportamiento de la curva pandémica similar al que han vivido otros países en el mundo hacia la tercera o cuarta semana de mayo. Sin embargo, como lo revelan los datos proporcionados por las autoridades sanitarias, la semana pasada se registró un descenso en la curva de contagios de 21% y de 79% de la ocupación hospitalaria.
Ante esta evidencia cabe entonces preguntarnos ¿a qué se debe que no se hayan disparado los contagios a pesar de haberse configurado un escenario muy similar al de noviembre pasado, previo a la segunda oleada? De acuerdo con diversos especialistas, hay dos razones muy importantes: en primer lugar, el calor y, en segundo lugar, el nivel de inmunidad de rebaño que hemos alcanzado de manera natural.
El efecto de la temperatura es entendible. En invierno, con temperaturas mínimas promedio de 6 y 7 grados centígrados la gente tiende a permanecer en casa, a organizar actividades en espacios cerrados y a mantener las ventanas cerradas para conservar calor. En cambio, en los meses de marzo y abril, con temperaturas mínimas promedio de 9 y 10 grados, la gente realiza actividades al aire libre, lo que favorece la ventilación.
Lo que resulta interesante para explicar el retraso de una tercera ola de contagios es, en todo caso, el posible efecto de la inmunidad de rebaño. Como sabemos, la famosa inmunidad de grupo o de rebaño, alude a una situación en la que el 70 u 80% de la población ya se contagió de covid y logró sobrevivir, lo que haría más lenta la velocidad de transmisión del virus abatiendo con ello el número de nuevos contagios.
En el caso de México, no sabemos a ciencia cierta cuántas personas han tenido covid ya que la autoridad de salud desde un inicio decidió no realizar pruebas de detección masiva. Sin embargo, un estudio preliminar de la Secretaría de Salud publicado en diciembre señaló que era muy probable que, en ese momento —es decir, antes del pico de la segunda ola— solo alrededor del 25% contara ya con anticuerpos contra el covid. Lo que explicaría el fuerte impacto de esta oleada.
Hace unos días, utilizando esos mismos datos, diversos analistas calcularon que, en este momento, es probable que, en promedio, poco más de la mitad de la población (54%) ya cuente con inmunidad natural y por un efecto mínimo de la aplicación de la vacuna. Incluso han señalado que, en las zonas urbanas, este porcentaje puede llegar hasta 60%. En otras palabras, aún no tenemos un nivel de inmunidad suficiente como para controlar la enfermedad, pero es muy probable que esta sea la variable que explica el retraso de la tercera oleada.
De acuerdo con estas proyecciones, será hasta mediados del segundo semestre de este año cuando alcancemos el 70 u 80% de población inmune, ya considerando el efecto de las vacunas. Y solo hasta entonces podríamos hablar de una inmunidad de rebaño. Asumiendo esto, la prueba de fuego sería el periodo invernal.
¿Esto significa que ya libramos una tercera oleada? De ninguna manera. Lo que significa es que existe una posibilidad de que ésta no fuera tan devastadora. Sin embargo, la presencia de nuevas variantes del virus, factor que no estaba presente al inicio de la segunda oleada, me hace ser más bien pesimista. No hay que olvidar que las nuevas variantes han demostrado alta capacidad para contagiar a quienes ya han padecido covid y han logrado recuperarse, sobre todo considerando que la inmunidad natural tiene una duración no mayor a los 6-9 meses.
Como lo advertí hace un mes, las expectativas en torno a las vacunas han condicionado un mayor relajamiento de las restricciones generando la falsa impresión de que lo peor ya pasó. La realidad es que aún no estamos exentos de sufrir una tercera oleada violenta de contagios si tomamos en cuenta el posible impacto de las nuevas variantes que ya han sido detectadas en México. Lo que está pasando en el resto del mundo, particularmente en Brasil y la India, así lo demuestra.
Recordemos que estos lugares son ahora epicentros de la pandemia y que, junto con el Reino Unido en su momento, desarrollaron nuevas variantes autóctonas del virus debido a la alta circulación del virus. Y, cuando menos se lo esperaban, su población fue severamente golpeada, borrando la famosa inmunidad de rebaño alcanzada. La OMS ha señalado que lo que está ocurriendo en Brasil e India podría repetirse en otras partes del mundo y que las vacunas son solo una parte de la solución, la otra es la prevención y una buena comunicación.
Por eso, yo me quedo con la opinión de la Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie, científica de la Universidad de Harvard quien asegura que la relativa calma que se vive en México “es engañosa” ya que, de acuerdo con todas las predicciones, “un repunte de contagios es inevitable” por dos motivos: la presencia en el país de nuevas variantes del virus (“que se siguen propagando silenciosamente”) y el lento avance del proceso de vacunación.
La investigadora señala que muchas de las nuevas variantes ya han sido detectadas en México y que todas muestran una mayor transmisibilidad, agravamiento de la enfermedad en casos leves, reducción significativa en la neutralización por anticuerpos generados durante una infección anterior o por vacunación y menor efectividad a los tratamientos disponibles. De acuerdo con su visión, “México va encaminado a ese destino fatal”, primero, porque se han relajado las medidas preventivas; segundo, porque no le hemos apostado a una estrategia de contención (siguen dejando que el virus circule libremente); y, tercero, porque no se está haciendo lo suficiente por localizar las nuevas variantes y frenar su propagación.
Pero el punto más preocupante de la opinión de esta doctora es que estas variantes podrían acabar con la inmunidad de rebaño alcanzada hasta el momento, “precisamente porque una de sus características más peligrosas es que tienen la capacidad de vulnerar los anticuerpos que ya hayan sido adquiridos por una persona, ya sea por haber estado contagiada o por haber sido vacunada”.
En mi opinión, estamos en la típica situación de calma que precede a la tormenta. Me queda claro que lo que único que ha ocurrido es un retraso en la predicción de cuándo se dejaría sentir esta tercera ola, derivado del efecto de la incipiente inmunidad de rebaño alcanzada. Mi cálculo es que este mes vendrá un incremento de contagios y que, como en el resto del mundo, seguramente la tercera ola golpeará a México y a Centro América con mucha fuerza durante el verano, extendiendo sus efectos hasta septiembre. Así que mejor mantengamos la guardia en alto.