Opinión

Toco madera

12 abril, 2024 8:01 pm
Eduardo Pineda

La carpintería es un arte en constante evolución, donde la creatividad no tiene límites. La madera no sólo es un material, es un lienzo en blanco que nos permite dar rienda suelta a nuestra imaginación y en muchos casos trascender la funcionalidad de un objeto hacia la estética del espacio que ocupará y en otros, el propósito que está dispuesto a realizar con base en la intención con que fue fabricado, ya sea para el arte culinario, como herramienta de trabajo, como pieza de arte, como objeto lúdico o como precursor de la existencia de otros objetos que materializarán las voliciones y, por qué no, los caprichos del diseñador y del carpintero.

De manera que, la carpintería es una combinación perfecta entre arte y técnica, entre ensoñación y materialización, es una forma de traer a la realidad aquello que nos da vueltas en la cabeza y que deseamos ver colocado en el espacio que habitamos. Así, el paso de la mente al dibujo y del dibujo al objeto, requiere paciencia, tiempo y pasión, requiere precisión, exactitud y un conocimiento profundo de la naturaleza misma de la materia prima, de la madera, las lijas, los formones, las demás herramientas, las tintas, los artículos de adhesión, el clavo o tornillo adecuado, la mesura en la fuerza con que el martillo o el taladro impactará esa pieza de madera carente de forma antes de poseer la arquitectura pensada con anterioridad.

El secreto de un buen carpintero está en su paciencia para medir, cortar y ensamblar cada pieza con absoluta exactitud. El ruido de las herramientas, el olor a madera y el tacto de los acabados son la conexión con la esencia del arte de trabajar la madera, la carpintería es el arte de la trasformación a partir de la técnica que por lo regular es aprendida de generación en generación, aprendizaje que exige imperativamente respeto y buen juicio, atención y reverencia al maestro carpintero, a su experiencia y sus consejos, a su firmeza para indicar como se toma la madera, como se corta, como se lija, como se arman las piezas sueltas, todo, en una especie de alfarería que en lugar de arcilla y barro ocupa la lignificación de las células vegetales cuya extracción del bosque solo cobra sentido si su fin será la función y la estética de su constructor y su ocupante. Aquello que resulta de la madera reclama pues, respeto al bosque, a los procesos biológicos que derivaron en su existencia y respeto al valor agregado que el artista pone en cada movimiento del formón, el serrucho y el martillo.

La carpintería es un oficio que nos permite crear piezas funcionales, pero también emocionales. Cada trozo de madera tiene una historia qué contar, los carpinteros sólo son los narradores de la historia y los que sientan las bases de las historias que vendrán después. Y es que en cada taller hay un rincón guardado para las ideas que todavía no han cobrado forma. Son lugares habitados por la hermosa promesa de la creación.

Patrick Schneider vino de Alemania hace algunas pocas décadas, él creció rodeado de los bosques boreales de la Europa septentrional y ama la madera tanto como a los procesos de transformación de la misma. Ha centrado sus esfuerzos en la creación de piezas funcionales, pero principalmente en la creación de objetos destinados a la educación.  Está convencido de que, a través de la manipulación de objetos, los niños desarrollarán mejores habilidades resultantes de la psicomotricidad fina: lenguaje, abstracción, razonamiento, imaginación, inteligencia quinestésica y espacial, sentido de la estética y paciencia.

De ahí que Patrick trabaja con la modelación de la lignina para que el bosque resulte en los objetos destinados a la formación humana de los niños, habita el mundo imaginando y creando, nos entrega los objetos para su apreciación y uso y nos revela la otra cara del oficio de la carpintería: el arte y la emoción hechos de madera.

Eduardo Pineda

eptribuna@gmail.com





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