Opinión

Tras perder el Edoméx ¿qué debe hacer el PRI?

5 junio, 2023 11:16 pm
Erick Becerra

Desde que perdió la presidencia de la República, en el año 2000, el PRI comenzó un debate supino de cuál debería ser su derrotero. ¿Qué debía hacer una vez que perdió el timón del país por primera vez después de más de 70 años?, se preguntaban.

Sin embargo, poco se profundizó seriamente sobre las acciones estratégicas que debían realizar ante el fracaso que le dio el triunfo a Vicente Fox.

Para beneficio del PRI, el gobierno del ranchero dejó mucho qué desear y su popularidad pronto terminó por derribarse tanto como la esperanza de recompensa que había generado entre los electores.

Le siguió Felipe Calderón, quien se concentró en luchar contra la delincuencia organizada sin tener resultados contundentes, e incluso hoy su zar antidrogas está preso en Estados Unidos, sentenciado por coludirse con los cárteles de la droga.

Fue entonces cuando el PRI tomó un segundo aire. Regresó de las sombras, del peor ostracismo al que había sido recluido, destinado a una muerte lenta.

Volvió con Enrique Peña para hacer un gobierno de ornato y hacer las peores cochinadas. Pero sobre todo hacer los pingües negocios de la mano de empresarios del estado de México, hoy en una debacle electoral inédita.

¿Está el PRI ante el final de sus tiempos? No.

Veamos: la democracia se mece en un péndulo que un tiempo pasa en un lado, se alarga, tiende a alzarse en una media luna cuyo impulso determina el tiempo que tardará en regresar al punto central y más allá: al lugar de donde viene.

¿Es eterno el dominio de la “izquierda” que representa el presidente Andrés Manuel López Obrador? No. Pero ¿de qué dependerá el tiempo que tarde el péndulo en volver al centro y luego a la derecha? Pues de los esfuerzos y oferta opositora y del desgaste del gobierno federal-AMLO-Sheinbaum-Marcelo-Adán o quien sea que lo suceda.

El debilitamiento del sistema actual que se está reconfigurando con ex priistas dentro de Morena –en su mayoría, con sus excepciones- será tan lento como el agotamiento del populismo ante la disminución de las arcas que sostienen los programas asistenciales que poco influyen en los indicadores de bienestar.

¿Qué debe entonces hacer el PRI?

Cambiar de nombre. Refundarse. No sólo cambiar de liderazgos. Abrirse a causas uténticamente de izquierda para quitarle la bandera a Morena. Quizá no debe ir en alianza con el PAN, de hecho, en el 2024, pues si lo hace, de cualquier forma perderá y se convertirá en lo que fueron para el PRI el PPS o el Verde, o el PES para Morena.

Debe pelear con dignidad, antes de morir de miedo.

La pregunta es ¿está preparado el PRI para esa profunda metamorfosis o seguirá deambulando entre la traición y la simulación?


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